LA CUEVA DEL TESORO
Zack era un
hombre de pelo moreno, alto, tenía 28 años y trabajaba de explorador. Vivía en
una selva de Nepal, quería encontrar un tesoro que había en una cueva. Rockat
era un tipo malo, tenía 46 años, era rubio, alto y vivía en una casa a las
afueras de la selva. Cuando se enteró de que Zack quería encontrar el tesoro
salió a buscarlo. Zack estaba muy nervioso porque tenía que caminar demasiado.
Cuando estaba preparado, salió de su casa y se puso en marcha hacia la cueva. A
mitad de camino se encontró con un montón de animales: arañas, monos
serpientes, loros etc. Frunciendo el ceño, sacó de su mochila una brújula que
le regalaron sus padres antes de morir, la brújula señalaba al norte, así que
iba por buen camino.
Después de
andar un buen trecho, se encontró con Rockat, su enemigo. Zack, sorprendido al
verlo, pensó que su aventura se complicaba. Rockat le preguntó con voz de pocos
amigos: -¿A dónde vas? -A la cueva Haklen, dicen que hay un tesoro. -¡Eh! ¡Ahí
es donde voy yo! ¿Acaso sabes que hay un tesoro? -preguntó Rockat con cara de
enfado. -Pues claro que sí -contestó Zack, muy enfadado. -De todas maneras te
voy a impedir que encuentres el tesoro -increpó Rockat. -Eso ya lo veremos.
Zack se escondió en un matorral que olía muy desagradable, sacó de su mochila una navaja vieja y mojada y se la
enseñó a Rockat como si se la fuera a clavar en el corazón, pero Rockat cogió
la navaja y se la tiró al suelo. Entonces Zack se enfadó y se abalanzó sobre
Rockat, pero éste antes de que Zack le tirase al suelo salió corriendo y llegó
hasta un desierto.
Cuando Zack
llegó al desierto sintió que la arena estaba muy caliente, vio a Rockat tirado
en la arena, entonces Zack le dijo a Rockat: -Si quieres el tesoro tendrás que
cansarte menos y ser más rápido. Entonces Zack empezó a caminar a paso normal.
Rockat se levantó y empezó a correr, pero no alcanzó a Zack. Zack se paró, se
dio la vuelta, se fue donde estaba Rockat y le dijo: - Aquí será tu fin. - ¡No!
- ¿Ah no, y si te mato? - No lo harás. Entonces Rockat se levantó y salió
corriendo pero se resbaló, Zack le alcanzó, sacó una pistola de su mochila y
¡pum!, Zack mató a Rockat y siguió corriendo.
Cuando ya era
de noche Zack acampó. Sacó de su mochila un saco de dormir, se puso a comer un
poco y después se durmió. Al día siguiente Zack empezó a caminar y por fin
encontró la cueva, sacó su mapa y comprobó que era la cueva Haklen. Después
cogió su brújula para no perderse, porque la cueva Haklen era la cueva más
grande del mundo, y su linterna, para ver por donde pisaba y se dispuso a
entrar. Cuando Zack entró en la cueva vio que pisaba barro, la cueva olía muy
mal y había muchos ruidos de cuando las gotas se caían al suelo. Costaba mucho
andar porque había muchos agujeros, pero merecía la pena porque allí había un
tesoro oculto.
Mientras
miraba su brújula se tropezó y se cayó al suelo, y se dio cuenta de que se le
rompió la brújula y empezó a llorar un poco porque recordó a sus padres cuando
se la regalaron. Al rato se animó un poco pero pensó dónde tendría que ir para
encontrar el tesoro. Vio que había muchos caminos y cogió el del medio. Por el
camino se encontró con una serpiente y se asustó, pero no mucho, porque en
cuanto la enfocó con la linterna se metió por un agujero. Siguió andando, y
casi se cae en un agujero, pero en ese mismo momento se agarró a la pared, en
unos agujeros que parece que sirven para escalar. Vio que se terminaba el
camino y se encontró que en una esquina había una pala y pensó que el tesoro
estaba cerca, cogió la pala y se puso a excavar.
Cuando estaba
excavando oyó la risa de alguien. Parecía estar muy cerca y rápidamente se dio
la vuelta. No había nadie, siguió excavando y por fin encontró el tesoro, se
llenó de alegría, pero cuando lo iba a abrir se acordó de la llave. Se dio
cuenta de que la cerradura del tesoro estaba rota, así que solo tuvo que hacer
un poco de esfuerzo y la abrió. Entonces dijo: -¡Soy rico!, el tesoro está
lleno de oro. Al tiempo, le entro una enfermedad y tuvo que viajar a Londres.
Le operaron de emergencia y al mes volvió a su casa felizmente.
Manuel de
Castro Fernández.
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